INCENDIOS FORESTALES

Se denomina incendio forestal a una situación en la cual el fuego incontrolable
consume una masa boscosa.
Desde que comenzó la vida terrestre, hubo incendios originados por causas
naturales, como por ej. erupciones volcánicas, o por los rayos de las tormentas
eléctricas. Hay estimaciones según las cuales una masa boscosa sufre un
incendio aproximadamente cada 300 años que provocan una regeneración con rejuvenecimiento favorable al crecimiento.
Así, la evolución y el equilibrio natural produjeron un planeta cubierto en grandes extensiones de una rica vegetación, hasta la aparición del hombre.
 Desde entonces, a las causas naturales de los incendios, se agregaron dos más: la accidental y la intencional.

Hoy en día, al ser éstas últimas más frecuentes que las naturales, sus efectos provocan desequilibrios en el funcionamiento armónico de la naturaleza, difíciles de predecir. La desaparición de grandes masas boscosas provoca cambios climáticos, erosión y desertificación.

Los efectos de un incendio en lo inmediato incluyen la destrucción parcial o total de la vegetación existente en la zona afectada; seguida por un proceso de erosión cuya intensidad depende de las condiciones atmosféricas previas y posteriores al incendio.

La velocidad de regeneración es variable y depende de la vegetación implicada en el incendio. En las áreas sin masa arbórea dominante, es decir en los pastizales, ésta es bastante rápida, a lo sumo dos años, dependiendo de las lluvias, durante las cuales pudo haber regeneración satisfactoria, ya que las raíces no habrían sido afectadas y rebrotan.

El problema es diferente y mucho más grave cuando el fuego destruye un bosque, un sotobosque y nichos ecológicos propios del lugar, a veces únicos.

Así, por ejemplo la franja boscosa adosada a la cordillera de los Andes, que desde los 38 grados de latitud sur se extiende hasta Tierra del Fuego. Está constituida por una vegetación de crecimiento lento y es frecuente hallar ejemplares centenarios y hasta milenarios. Son plantas poco resinosas que permiten,
además, el desarrollo de un tupido sotobosque muy variado en especies, que a su vez brinda posibilidades de existencia a una fauna variada.

Desde hace unos 35 años comenzaron a realizarse reforestaciones colindantes o interpuestas con los bosques autóctonos, plantándose varias especies de pinos para su explotación comercial. Su crecimiento es veloz, son muy resinosos y las agujas desprendidas forman gruesos colchones bajo los árboles que ahogan todo
el sotobosque, acidificando, además, el suelo.

Si se produce un incendio en una masa boscosa autóctona, el avance del fuego comienza por las malezas, ramas o árboles caídos, el sotobosque, las ramas bajas y finalmente arde el árbol adulto; a veces no, ya que se ha detectado en los anillos de crecimiento de ejemplares añejos el pasaje de incendios durante la vida
de dicha planta, sin que ésta fuese destruida. Es decir que, dependiendo de la intensidad del siniestro, por su bajo contenido resinoso, el bosque autóctono en islas puede sobrevivir al fuego. En cambio, si éste se produce en un bosque implantado y dada su alta combustibilidad, por la resina y la resaca, la destrucción
suele ser fatal.

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