Prevención de desastres, 
un proyecto mundial

Erupciones volcánicas. Huracanes, ciclones, inundaciones, deslizamientos de tierra. Ondas de calor, incendios, sequías. Basta asomarse a los encabezados de la prensa para encontrar estos temas en los principales periódicos del mundo. Un vórtice polar de frío extremo que azota a buena parte de Norteamérica. Onda de calor en Argentina y Australia, erupción volcánica en El Salvador, inundaciones en Tabasco.
De acuerdo con el programa Integrated Research on Disaster Risk (Investigación Integrativa del Riesgo de Desastres, IRDR), la frecuencia de desastres por causas naturales que afectan a la población humana se ha incrementado significativamente en el último siglo y “el daño a las propiedades y pertenencias se ha duplicado, aproximadamente, cada siete años, en los últimos 40”.
El aumento en los daños se debe en parte al crecimiento de la población y a su ubicación en sitios vulnerables. A ello se suman infraestructuras deficientes y falta de inversión en sistemas de alerta y protección.
Las pérdidas anuales globales por desastres naturales excedieron los 200,000 millones de dólares en el 2005, 2008 y 2011. Los datos sobre pérdida de vidas no tienen una tendencia tan clara, pero consistentemente han sido mucho menores en los países desarrollados, lo que indica la importancia de contar con estrategias de prevención y mitigación.
Y aunque eventos geológicos como terremotos y tsunamis tienen un enorme impacto, la mayor parte de las pérdidas por desastres se deben a inundaciones, deslizamientos de tierra, sequías, etcétera. La evidencia disponible sugiere que los cambios registrados en el clima global aumentarán la frecuencia y severidad de los riesgos relacionados con fenómenos meteorológicos y climáticos.
Un proyecto en común
“Es urgente la colaboración internacional para enfrentar el reto de reducir el riesgo por desastres naturales”, dijo enfáticamente Virginia Murray, al inaugurar la mesa redonda “Ciencia y tecnología al servicio de la reducción del riesgo a desastres” durante la sexta edición del Foro Mundial de la Ciencia realizado en Río de Janeiro, Brasil, en noviembre pasado. Murray, médico de formación, es la representante del gobierno británico ante la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNISDR, por su sigla en inglés).
Yuichi Ono, profesor de la Universidad de Tohoku, Japón, y panelista en la mesa redonda, indicó la importancia de la cooperación internacional para recabar información sobre riesgos naturales. “Aún estamos lejos de comprender muchos desastres debido a la falta de datos e información” dijo el experto en climatología y riesgos debidos al viento.
La UNISDR coordina un reporte que será publicado en el 2015 previo a la Conferencia Mundial para la Reducción del Riesgo de Desastres. El reporte, llamado GAR15, será la culminación del trabajo realizado por la UNISDR con el Hyogo Framework for Action 2005-2015, el primer proyecto global con el objetivo de “explicar, describir y detallar el trabajo que se requiere de los diferentes sectores y actores (gobiernos, agencias internacionales, expertos en desastres), para reducir las pérdidas por desastres”.
Murray advirtió de la importancia de que la comunidad académica participe en el GAR15: “Necesitamos conocer los problemas, la ciencia, su aplicación, la política pública y las prácticas. Y la pregunta más difícil, si dichas intervenciones han hecho una diferencia”. El reporte busca evaluar el impacto que ha tenido el Hyogo Framework for Action en los distintos países participantes. La cuarta convocatoria, para participar en temas relacionados con aspectos económicos y productivos y de adaptación/mitigación al cambio climático, vence este 22 de enero.
Hacer ciencia con la gente
“Necesitamos dejar de pensar en hacer ciencia para la gente. Lo que necesitamos hacer es ciencia con la gente, con las comunidades” dijo David Johnston, investigador del Servicio Geológico de Nueva Zelanda y panelista de la mesa redonda organizada por la Dra. Murray. Para el Dr. Johnston, la toma de decisiones no sólo depende del acceso a la información; el contexto político, social y cultural también influyen en el proceso de decisión. De ahí que es necesario trabajar en estrecha colaboración con las comunidades en riesgo en un proceso de colaboración, no de imposición. “Debemos hacerlos partícipes desde el principio e involucrarlos en la ciencia detrás de los proyectos”.
Un aspecto fundamental en la reducción de riesgos es asegurarse de que el mensaje correcto llega a la población vulnerable. “Respecto del reciente desastre causado por el tifón Haiyan en Filipinas (…) a la gente se le informó que se aproximaba una marejada ciclónica (storm surge, en inglés)”, comentó Wendy Watson-Wright, secretaria ejecutiva de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (IOC-UNESCO), quien no formaba parte del grupo de panelistas. “Si hubieran dicho que se acercaba un tsunami la gente de la costa se hubiera movido. Pero una marejada ciclónica, simplemente no supieron qué esperar”.
Un tsunami y una marejada ciclónica son fenómenos distintos, pero que resultan en inundaciones costeras importantes. En el primer caso, la población conoce el término y los efectos asociados, pero se piensa que el segundo término resultó muy vago para la mayor parte de los filipinos. “El entrenamiento es muy importante, la educación a nivel local sobre los riesgos locales es lo que salva a la gente de los desastres”, comentó Sergio Jorge Pastrana, profesor cubano.
Otro aspecto relevante es la participación social en la reducción de riesgos. Gordon McBean, físico canadiense miembro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés) y panelista en la mesa redonda, habló sobre cómo durante una gran tormenta sufrida en Canadá, una válvula de 100 dólares (backwater valve) hubiera evitado más de 600 millones de dólares en daños por inundación. Las compañías aseguradoras ahora trabajan para implementar una ley que obligue la instalación de estas válvulas en las casas nuevas. “Como científicos necesitamos trabajar con el sector privado y con el público para alentar a los políticos y reguladores, usualmente lentos en tomar decisiones, para que identifiquen vulnerabilidades y los beneficios potenciales de los desarrollos tecnológicos”.
De quién es la responsabilidad
Es importante reconocer el papel central que juegan la ciencia y la tecnología para reducir el riesgo de desastres. La elaboración de códigos estrictos de construcción para las zonas sísmicas, basados en el conocimiento científico más reciente, son un buen ejemplo. “Las mejoras en los códigos de construcción en Chile son fantásticas. No pueden resolver el problema (que tiemble) pero harán que la gente se sienta más segura”, dice la Dra. Murray.
Pero lo más importante es que la gente tome responsabilidad por su propia seguridad. “La gente tiene la responsabilidad de saber qué es lo que debe hacer ante un riesgo”, dice Richard M. Allen, director del Laboratorio Sismológico de la Universidad de California en Berkeley.
Por ejemplo, conocer los códigos de construcción y exigir su aplicación es una manera de reducir la potencial ineptitud y corrupción. Un triste ejemplo fue el colapso, durante el sismo de Christchurch en el 2011, del edificio CTV sede de la Canterbury Television en Nueva Zelanda, un país donde los estándares de construcción son muy altos. Pero nadie está a salvo del factor humano.
La mayoría de los desastres no pueden predecirse con precisión. Sin embargo, la ciencia y la tecnología proveen herramientas que permiten modelar y monitorear los peligros naturales; conocer su comportamiento a menudo permite el desarrollo de algún tipo de alerta temprana. Hasta con los terremotos y los tsunamis, una alerta de algunos minutos puede salvar muchas vidas.
Pero para la Dra. Murray, el primer paso para salvar vidas está en la sociedad misma: “Empoderando a la gente, empoderando a las comunidades, haciendo que la gente tenga la oportunidad de tomar mejores decisiones”.

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